jueves, 30 de julio de 2009

iluminación

Son las 3:31p.m. Estoy en la oficina. Es la primera vez que escribo desde acá. Tenía urgenica. Tengo que aprovechar que Santiago, mi pupilo, está ocupado en otros temas ahorita entoces no está acá rondándome el escritorio a ver qué nuevas tareas le pongo. Así era yo en paris cuando comencé con mi práctica, y entiendo ahora a mis jefes que no sabían qué hacer con mi hiperactividad...

Está haciendo un sol divino. Aunque quisiera que fuera verano, un buen verano, y que hubiera playa y bicicleta, me gusta mucho la tarde de hoy.
Últimamente tengo como momentos de iluminación, en los que veo la vida como brillante. Nítida. No exitosa, ni absolutamente feliz, ni absolutamente emocionante, ni absolutamente tranquila ni correcta ni nada de eso... Le tengo miedo a todas esas cosas...
Simplemente brillante. Los colores de la tarde están brillantes. Las nubes están esparcidas como un algodoncito delgado. Veo las formas de las cosas como con más detalle. El blanco y rosado de mi cuarto, el olor a rico cuando pongo las sábanas recién lavadas. Tengo una obsesión con el olor de la ropa recién lavada. Cuando la gente me saluda, reconozco el olor a jabones. Y siempre quiero oler a ropa recién lavada. En Paris, en la época en que no tenía casa, me mortificaba que a veces no alcanzaba a secar bien la ropa y se perdía el olor a jaboncito. Quedaba oliendo en el fondo fondo más bien como a trapo mojado. Qué humillación.

Hoy al medio día iba caminando a mi casa, y vi pasar a un viejito con su enfermera, caminando, cogiengo un poquito de sol; tenía como dificultad para caminar e iba despacito. Y yo pensé: ¿cómo será cuando esté vieja? y ya no me pueda mover tan rápido como quiero, y no pueda ir sola a los lugares que quiera ir... y me pregunté porqué a veces diseñamos la vida tan al revés. Que en estos años en los que uno tiene tanta energía, y se puede mover y hacer y pensar y aprender, la rutina es sentarse en una silla, estresarse, escribir a toda velocidad, convencer a los clientes, hacer bien la presentación, estar cansado, ir a la casa y no quererse mover.
No puede ser. Está bien que se me ocurra todo esto. Que quiero irme a vivir a tailandia, o largarme a donde sea a hacer algo muy simple. O que estando acá puedo multiplicar el tiempo en muchas más cosas y mover el cuerpo y sentir las piernas y los brazos. Nadar, correr, estirarme.

Llamé ayer a mi profe de la universidad a decirle que el lunes o martes la visitaré en su librería en el barrio de la sudadera (otra que está en el barrio de la sudadera) para que me ponga oficio. Para que me ayude a pensar en qué más pensar. En qué más puedo invertir mi tiempo y mi energía. Que eso me dará energía para seguir mi rutina necesaria para poder pagar el icetex y la casita y las cosas. Y así sentiré que no estoy desperdiciando estos días, estas tardes, estos segundos. Esa profe siempre me ayuda a encontrar oficio. También se me ocurrió llamar a juan felipe, el profe de escritura que siempre me regañó por no seguir el camino literario. Que me enseñe a escribir entonces, aunque me tenga que aguantar los gruñidos, porque es furioso y se la pasa diciéndome que soy indisciplinada y que eso me va a llevar al infierno. Bueno y voy a ver si realmente puedo desarrollar un perfil deportivo como el de mi hermana, que eso sí lo veo más difícil. Voy a nadar, que es lo que más me gusta. Los sábados y los domingos. El cloro le hace mal al pelo pero ya veremos cómo le hacemos. La vanidad no puede acabar con mis momentos de lucidez vital...

2 comentarios:

e l e n a n o dijo...

Yo apoyo los momentos de lucides vital, sobretodo los entiendo en días como hoy, donde el sol te hace sentir joven de nuevo y las responsabilidades un esclavo... Pero no apoyo lo del deporte, el deporte nunca será salud, aunque caro insista en tener esa elíptica de florero. Te propongo que saques el piano de debajo de la cama, lo desempolves e intentes sacar a oido una cancioncita que lleves martillando en tu cabeza meses, con una sola mano, como lo sabes hacer... Yo por ahora pinto los domingos en mi casa, un cuadro de mil metros por mil metros que a veces pienso que nunca terminaré, pero en días como hoy, solo quiero estar allá pintando a ver si avanzo de una vez por todas y lo enmarco.

Andrea Carolina dijo...

que maravilla, esta tarde en bogota, al menos desde mi casa hacia un sol tan calido y agradable, me sente un rato a lado de la ventana, y mi gato blanco y yo mirabamos el cielo azul con algunas pocas nubes mientras nos calnetabamos un poco y yo descansaba de la pantalla del computador